viernes, 7 de marzo de 2008

PASEO POR LA ALMEDINA CORDOBESA

Si quieres acompañarme en mi paseo debes limpiar tus babuchas y cubrirte con tus mejores ropas pues ya te dije que debo ir a Medinat al-Zahra.
Desde aquí tendremos que atravesar la larga calle del zoco y pasaremos cerca de los bazares de la Alcaicería, lindando con la gran Aljama, donde compraré unas sedas para mi hija Aixa. Allí siempre son de fiar pues hay un almotacén controlando pesos y medidas. Quiero evitar el jaleo de los funduq y las calles atestadas de mercaderes chillones, mujeres presumidas, soldados y mendigos….
Vamos. Date prisa y wa sha´Allah, no nos llueva.
Como me temía, a esta hora la ciudad bulle. Toda la gente está en la calle. Observa la cantidad de gente que mira el Río Grande crecido. Algunos molinos han sufrido graves daños. Entraremos a la Almedina vieja por ese arco de la muralla. El callejón que hemos dejado a la derecha es de los alfayates, pero no me fío de ellos porque aquí al lado esta el Zaqatín de los ropavejeros y la ropa usada te la dan como nueva.
Detrás de ellos, por aquella zona andan los drogueros y esparteros. Evitemos el barrio de los curtidores pues sus olores no los aguanto. Cierto que elaboran cordobanes de merecida fama pero créeme que esos olores y tanta mosca no lo soporto...
Fíjate sin embargo qué diferencia al andar por esta calle. ¿A qué huele?.... ¡A granos y especias, amigo mío! Son la alegría de las comidas y despiertan nuestros paladares. Nunca entenderé la insípida comida de leoneses, castellanos y vascones. Debemos estar cerca de la Alhóndiga. Aquí es. Asómate: mira que sabia disposición de las tiendas en torno al patio cubierto con una vela para engañar al sol…
¡Cuidado.!....Apartémonos y dejemos pasar a esa vistosa y ruidosa comitiva con tambores, sacabuches y chirimías. Acompañan al gobernador de las tierras del Al-Garb que lindan con el Gran Océano y que vuelve de presentar cuentas ante nuestro califa. La mayoría de sus soldados son temibles. Son almogávares y diría que viven del saqueo en las fronteras, allá por las deshabitadas tierras del río Duero. Tienen mala fama. Los cordobeses no los desean dentro de la ciudad pues termina habiendo altercados entre distintos clanes y tribus o entre ellos y la guardia del Alcázar Califal. Pero son necesarios pues cada verano se organiza una aceifa para defendernos de los infieles. ¿Sabes que muchos de los que integran el ejército de nuestro señor son cristianos renegados?...
¡No me digas que ya estás cansado!... Debes comer menos jeringos. Sentémonos a tomar refrescante té con hierbabuena o menta. ¿O prefieres mejor un sorbete? Esas ruinas que ves allí abandonadas son de tiempos de los rumi. En general los cordobeses aprovechamos sus piedras. Al lado podremos sentarnos un rato.
No creo que a este paso pueda enseñarte la Ciudad de al-Zahra…. Por ese camino empedrado que bordea el cementerio, a unos 3 kilómetros, entre lujosos arrabales y almunias, se llega a sus puertas. Pero veo que prefieres descansar...

de Paco Córdoba