viernes, 7 de marzo de 2008

LA TABERNA DEL TURCO

Síganme vuesas mercedes que a fé mía les voy a mostrar la ciudad donde vivo. Sé de una taberna donde se juega a los naipes a la caída de la noche, aunque bien cierto que no es un lugar muy recomendable. Allí encontraremos personajes de este Madrid de contrastes, de capa y espada, sonetos y vino, palacios y mancebías, héroes y villanos.
No les entretengo. Digo que les llevaré a la Taberna del Turco, a quinientos pasos de la Plaza Mayor y los mismos del Alcázar de Felipe IV. Si apretamos el paso llegaremos a ese bodegón y les presentaré a varios de sus habituales. Tengan cuidado con el barro y los orines de los callejones y démonos prisa que los corchetes estarán ya de ronda. No sea nos confundan y vayamos a tener un lance a estas horas...
Aquí es. Entren y no se sorprendan. Y, sobretodo, guárdense sus comentarios para otro momento y lugar. Sentémonos en aquellas banquetas del rincón y pidamos a La Lebrijana una escudilla de pajaritos y una jarra de vino – bien es verdad que algo agrio-. No hagan Vds. caso del ruido, voces, peleas o de algunos temas pues aquí hay voceros por todas partes...
No hablen de epidemias de peste ni de los 13.700 muertos de Córdoba o los 60.000 de Sevilla. Y, por Dios -menos aún- ruégoles no comenten políticas sobre los intentos separatistas de Portugal y Cataluña. Y menos del reciente de Andalucía con el Duque de Medina-Sidonia , debido al cual incluso el Marqués de Ayamonte perdió su cabeza, pues peligraría la nuestra...
Quiero que se fijen vuesas mercedes en aquel grupo cercano a la chimenea que juega a los naipes. El delgaducho de gran mostacho y largo acero es un soldado de los Tercios de Flandes que lleva noches perdiendo aquí su escuálida paga. El muchacho que tiene detrás, en pié, es su mozo, que le sirve por tan solo algo de comida.
Sentado frente a él tenemos al más serio del grupo: se trata de un licenciado, un leguleyo que se gana la vida convirtiendo los pleitos en interminables. A su lado, el gordo sudoroso, aseguran que huyó tras una mulata después de jurar sus votos con los de la sotana...
Pero, ¡voto a Cristo! Veo que por allí entra un habitual. Aquel cojitranco es don Francisco de Quevedo -el poeta- caballero de Santiago, rápido de ingenio y lengua al que el cordobés Góngora no puede ni ver. Se sienta con algunos letrados. El otro día comentaban en grupo la publicación de la segunda parte del “Quijote” de un tal Miguel de Cervantes. Poca gente lee en estos reinos y poca fama pues alcanzará...
Aquí, en pleno siglo XVII, en Sevilla y otras ciudades del reino, lo más popular es el teatro. Las obras de Lope de Vega se esperan con ansia. Seguro habrán oído hablar de esa titulada “Fuenteobejuna”. Mañana les llevaré a un corral de comedias.
Pero... terminen el vino y guárdense de mostrar sus bolsillos pues peligran sus ducados con tanto jovenzuelo y pícaro que busca algo de dinero para comprar una autorización y poder embarcar a las Indias desde Sevilla.

de Paco Córdoba