viernes, 7 de marzo de 2008

EL RECAUDADOR

Estoy harto caminatas y de senderos cada vez más inseguros. Nada es como en tiempos antiguos, como cuando las calzadas estaban bien pavimentadas y con miliarios o mojones que señalaban distancias; eso unía ciudades y fomentaba el comercio. Hoy, la verdad, es que hasta las ciudades se despueblan debido a los impuestos y todo el mundo se echa al monte, en donde algo tendrá para vivir y donde nadie le pueda controlar para exigirle un impuesto. Bien se vé que en tiempos de los emperadores mi ciudad se extendía orgullosa extramuros y sin embargo ahora...
Soy natural de la villa de Iponuba, lugar semiabandonado ya y del que tuve que emigrar. Ahora trabajo para el muy cristiano duque Teodofredo, señor de la ciudad de Córdoba. Mi cometido es importante pues sin mi ayuda menguarían las arcas de mi señor… y peligraría mi vida. Con una reata de mulas y algunos soldados me acerco a cobrar los impuestos de sus tierras. Nunca viajo solo, no; hay familias de siervos que esconden sacos de grano o cántaras de aceite o gallinas que según lo estipulado deben entregarme para el duque y otras muy pobres que a veces se llegan a poner violentos...
Mi señor vive en el palacio. Es un recio edificio, de piedra labrada y base antigua, frente a la basílica de San Vicente. Puede que aquello fuera un antiguo templo o una construcción militar cercana a la puerta. Cuando mis mulas encaren el puente podrá verse al otro lado del río Betis pues sobresale por encima de las antiguas murallas. Más que palacio, a mi modesto entender, aquello parece castillo pues sus inquilinos no se fían de las frecuentes revueltas. Motivos tienen pues incluso se matan y envenenan entre ellos por motivos políticos y religiosos: que si Dios es uno, que si son dos, o tres, que si son unitarios, que si trinitarios, que si...
Así los cordobeses no sabemos a veces ni quién nos manda. Pero la verdad es que en sur de Hispania, aquí en la Bética, tragamos poco a los godos. Ellos dicen ser los únicos y legítimos herederos del Imperio Romano. No son gente muy numerosa pero ocupan los cargos más importantes del gobierno de la milicia y de las ciudades que, las más importantes suelen estar más al norte, en las frías llanuras de la meseta. Que yo recuerde, en tiempos de mi abuelo, Toledo era la capital y allí estuvo la corte de los reyes Leovigildo, Recaredo, Sisebuto...
Ya se han enterado Vds.: mi señor es godo; es decir, visigodo, un pueblo bárbaro que proviene del centro de Europa. Mi señor es también Obispo, pues pudo comprar el cargo gracias a los dineros de la familia de su mujer, la que según dicen, lo animó a asistir a varios Concilios en la capital, intentando imitar así al bueno de Osio, aquel obispo cordobés que estuvo en el Concilio de Nicea y hace ya más de un siglo llegó a consejero del Emperador de Bizancio, el de Constantinopla ...
Vean, vean cuánta gente espera audiencia a las puertas del Palacio Episcopal. Muchos son sacerdotes aunque no lo parezcan y buscan un destino en una parroquia más rica. Son las pocas, aunque se considera pobre la que tiene menos de diez esclavos a su costa. Créanme si le digo que algunos no conocen el Salterio, ni los cánticos ni los ritos del bautismo.
¡Ay! Estos son malos tiempos…

de Paco Córdoba