viernes, 7 de marzo de 2008

LOS PRIMEROS

Hoy martes día 9 de septiembre del Año del Señor de 1522 he vuelto a pisar emocionado mi tierra andaluza después de dejar este puerto de Sevilla hace ya más de tres años.
Antesdeayer mismo arribamos a Sanlúcar y hemos remontado el río. El lunes 8 saludamos aparatosamente la llegada a Sevilla disparando toda la artillería. Estamos fondeados frente a Triana pero con la amanecida saltaremos a tierra los 18 que hemos vuelto. En camisa y descalzos, con un cirio en la mano, juntos iremos en procesión a dar gracias a la iglesia de Ntra. Sra. de la Victoria tal y como prometíamos tantas veces en los momentos de angustia de este largo viaje.
Cuando me cure marcharemos a Valladolid a ver a nuestro rey Carlos I y rendirle cuentas. También allí entregaremos a Su Majestad una relación de todos los sucesos acaecidos y que hemos presenciado pues entre los afortunados que hemos podido regresar está el cronista italiano Antonio Pigafetta que ha ido apuntando día a día de su propia mano absolutamente todo.
Estoy contento de volver a ver mi Guadalquivir y a este muelle del que salimos hace meses 237 hombres. La escuadra, que tardamos año y medio en avituallarla, la componían cinco naos: Trinidad (mandada por el portugués Hernando de Magallanes), Concepción, San Antonio, Santiago y Victoria –mi barco- el primero y único que ha dado la vuelta al mundo por primera vez, gracias al vasco Juan Sebastián Elcano.
No ha sido tarea fácil hallar un camino por el oeste buscando las Islas de las Especias. Bajamos a latitudes muy bajas, hasta las tierras de los gigantescos patagones y la Tierra del Fuego. Por allí hemos descubierto un paso estrecho y peligroso, que sale después a un océano inmenso y pacífico, y así lo hemos bautizado.Pero muchos compañeros han muerto de fiebres o en islas lejanas, como mi señor Magallanes en las islas que bautizamos Filipinas en honor a nuestro rey y señor. Cierto es que he visto mucho mundo, animales y seres extraños, de todos los colores y costumbres...
Pero estoy deseando volver a probar el sabor del aceite de oliva y la carne membrillo; estoy harto de comer bizcocho y tocino añejo. No quiero saber nada de pescado amojamado. Estoy cansado de pender de jarcias y cordeles para aliviar la tripa con el culo al aire y fuera de la borda. Y de dormir de mala manera sobre cubierta, o en la bodega si llueve, entre bultos y estrecheces y con los olores nauseabundos de la sentina…
Solo deseo poder ver a mi familia y dormir por fin sin sobresaltos...

de Paco Córdoba