viernes, 7 de marzo de 2008

ERROR FATAL

Aquí me encuentro, en esta lúgubre prisión que fue parte del Alcázar nuevo cristiano de Córdoba, acusado por el Tribunal del Santo Oficio, no sé si de judaizante o de pertenecer a la secta de Mahoma. Me han traído aquí, tras tres jornadas de duro camino desde mi lejano Priego...
Bien sé yo que soy víctima de denuncias secretas por algunos envidiosos. O de mis ignorantes vecinos que siempre criticaron mi mucha afición a las letras, cosa esta de la lectura que en nuestra tierra suele levantar sospechas ya que, desgraciadamente, no suele dominar la mayoría.
Y, parece cosa de guasa, pero también se que los prejuicios y tópicos que hay sobre mi aspecto físico contribuyen a ello, pues no me ayuda en nada... la forma aguileña y el tamaño desmedido de mi nariz. Pero esto es un error…
Aquí no soy el único. A pesar de los gruesos muros, cerca oigo llantos, voces y gritos implorando clemencia que juran en nombre de Dios. Es una locura.
Yo sabía de gentes inocentes, desgraciadas, acusadas en secreto de judaizantes, de brujería, de ser moriscos, de protestantes, de esos que llaman iluministas, de renegar de nuestra fé, o incluso herejes… Yo sabía. Sí.
Yo sabía bien que tiempo después de estar encarcelados y torturados y, a pesar de confesar todo lo inimaginable, al final los paseaban por la calles con su sambenito -el saco bendito- para morír después quemados en grandiosos autos de fé en la Plaza Mayor frente a un populacho gritón, supersticioso e ignorante, siempre sediento de sangre y manipulable.
Yo lo sabía…lo sabía… Pero, nunca pensé me podría pasar esto a mí…El rey mi señor, Felipe II, tiene el privilegio de nombrar al Inquisidor General, como el fraile dominico Torquemada que ha quemado miles de libros en Salamanca, lo mismo que el Cardenal Cisneros antes quemó más de un millón de libros arábigos en la plaza de Bib-Rambla de Granada.
Mi padre siempre me dijo orgulloso que soy cristiano viejo. Mi conducta siempre ha estado de acuerdo con la Santa Madre Iglesia, la única y verdadera. Incluso tengo pureza de sangre. Creo que mis apellidos no admiten duda. Espero aclarar este lamentable error que ha sucedido conmigo. Nada sabe mi familia de mí…
Oigo pasos, voces, risas que se acercan. Quizás vienen a por mí ya de una vez…

de Paco Córdoba