A mí nunca me han gustado las armas pero a mi abuelo sí. Era un buen cazador pero también un exagerado para las cosas de la caza. Y mentía un poquillo. Tenía por costumbre en la siesta contarme sus hazañas. Un día me contó que su escopeta favorita, la más antigua y oxidada, tenía mucha, pero que mucha historia...
Resulta que la tal escopeta -un trabuco- perteneció a su bisabuelo, cordobés, del barrio de la Magdalena. Su bisabuelo vivía en una casa de vecinos de la calle Pozo, la que hoy se llama calle de Borja Pavón, calle entonces de gruesos chinarros pero de las más anchas de Córdoba y que estaba cerca de la muralla.
Allí cerquita estaba la Puerta Nueva abierta en 1518 y el camino que conducía a Madrid. Un poco más arriba de la calle, casi en la esquina, vivía su buen amigo Pedro Moreno, juez de paz, con el que jugaba a las cartas en un mesón de la calle Ravé, cercano a la plazuela del Panderete de las Brujas. Mi abuelo se compró una escopeta. Y mientras tramitaba la licencia o los papeles que hubiera entonces el arma estaba guardada ó requisada en casa de su amigo el juez, un hombre muy puntilloso con las cosas de las leyes.
Cuento todo esto porque su bisabuelo vivió cuando la famosa Guerra de la Independencia y presenció las tropas francesas del general Dupont entrando en Córdoba el año 1808. Y su amigo Pedro, era un hombre serio, muy cordobés... pero muy exaltado para las cosas de la religión y de la política.
Los cordobeses se habían enterado el 7 de mayo de lo ocurrido en Madrid el día 2, es decir, las luchas en las calles contra los franceses. Córdoba tenía entonces solo 30.000 habitantes pero los vecinos deciden formar en tan solo un mes un ejército de voluntarios para parar la invasión.
Dice la historia que unos 11.000 jóvenes esperaron en el puente de Alcolea a los franceses el día 7 de junio. Aquello fue un desastre y a las tres de la tarde los soldados estaban ante la Puerta Nueva y la ciudad cerrada a cal y canto. Y los vecinos mayores escondidos en sus casas. De unos cañonazos rompieron la puerta y las tropas en formación entraron sin encontrar obstáculo.
Y cuando los soldados a caballo, con su general al frente, enfilaban camino de la Plaza de la Corredera, al pasar frente a la casa de su amigo Pedro, no tuvo otra cosa que hacer el buen hombre que intentar pegarle desde su balcón un escopetazo al orgulloso general francés.... con la escopeta nuevecita del bisabuelo.
Su amigo el juez falló pues mató a su caballo y a un ayudante. Y él, naturalmente, no vivió para contarlo.Entonces, en represalia, Dupont permitió a los soldados que saquearan durante tres días la ciudad indefensa. Por culpa de la escopeta, la escopeta de mi abuelo, resulta que saquearon conventos y casas principales... Despues de nueve dias se fueron.
Años después, en 1810 volvieron los franceses a Córdoba acompañando al nuevo rey José I Bonaparte, que fue aclamado por las calles. Durante los casi tres años el nuevo gobierno “afrancesado” hizo mucho por la ciudad pues se abolió la Inquisición, se hizo el primer plano, se abrieron calles, plazas y jardines y se construyó un cementerio.
Pero dice mi abuelo que la famosa escopeta está rota desde entonces...
de Paco Córdoba