Ante todo quiero presentarme a Vds.: soy uno de los 5.000 vecinos de Gibraltar que sufrieron en sus carnes los malos gobiernos de nuestra patria.
Otros muchos y yo perdimos nuestra casa cuando un amanecer del soleado mes de agosto del año 1704 de Nuestro Señor vimos con sorpresa una gran flota de navíos frente a nuestro pueblo. Poco después supimos que eran ingleses y holandeses.
Recuerdo las caras de mis vecinos, subidos a las azoteas, mirando con temor los barcos llenos de banderas extrañas. La mayoría de nosotros no entendíamos nada de lo que pasaba pues los pleitos, bandos y guerras son cosas de la gente grande y nosotros, estimados señores, no éramos nadie.
Desembarcaron aquellas gentes de rostros malencarados en nuestra playa. Eran tipos en su mayoría rubios y ataviados con calzones y de largas greñas al viento. Chamullaban lenguas extrañas aunque algunos se hacían entender y preguntaron por nuestras autoridades, el señor Alcalde y el párroco. Y luego arramblaron con nuestras gallinas y animales.
El caso es que nada pudo hacer nuestro pequeño pueblo de pescadores y hortelanos, abandonado de los gobiernos y lejos de toda ciudad importante, frente a esas tropas extranjeras que, sin apenas pegar un solo tiro, tomaron nuestras casas en nombre del archiduque Carlos, pretendiente de la Corona.
Ahora sé que nuestro Ayuntamiento, como otros pueblos de la zona, defendía al Borbón Felipe V como sucesor del fallecido rey Carlos II, que llamábamos El Hechizado. Y ahora sé también que defender a Felipe fue nuestra desgracia.
A los gibraltareños nos dejaron marchar con nuestros santos y nuestros archivos hasta la ermita cercana de San Roque, a unos diez kilómetros. Allí nos establecimos esperando que pasaran los conflictos.
Pero esto vá para largo.Hemos perdido nuestras casas y huertos porque los españoles no nos pusimos de acuerdo sobre quién sería nuestro rey. Así, mientras a Felipe lo defendía la mayor parte del reino de Castilla, Andalucía y Francia (su rey también era Borbón), a Carlos lo defendía el reino de Aragón y Cataluña aliadas con Inglaterra.
Después de años de luchas Felipe ha terminado siendo nuestro quinto rey con ese nombre... pero nosotros perdimos nuestro pueblo y con el paso del tiempo perderemos también nuestra memoria, de cómo fué todo aquello.
Yo lo veo ya en nuestros hijos y nietos: ellos cantan esa coplilla conocida de “Mambrú se fué a la guerra... quién sabe cuando volverá...” pero los chiquillos ni siquiera saben que el Mambrú ese se refiere al difícil nombre de un general inglés que participó en aquella Guerra de Sucesión y que era duque de Marlborough... Guerra por la que tuve que abandonar mi casa, mi pueblo...
Y es que los vecinos de San Roque somos los verdaderos gibraltareños.
de Paco Córdoba